Por: Alonso Jiménez
En un lugar llamado Eventos del Sol se realizaba una boda muy especial. En la cual, los clientes solicitaron a los saloneros colocar el queque de los novios en una mesa decorada y alta, que se viera en todo el salón. Ellos, muy amables, acudieron a la petición del cliente. Todo iba muy bien, los invitados bailaban y disfrutaban de la deliciosa comida.
Finalmente, llegó el momento de partir el pastel de los novios y todos esperaban con ansias. Inició la celebración y los invitados cada vez más efusivos pedían pastel, mientras la pareja se fotografiaba. De camino, venía uno de los meseros con los platos para servir tan esperado pastel.
Los novios se acercan a la mesa y apoyan la paleta para cortarlo, ¡todos aplauden! Luego, se colocaron a la par del pastel, para dar paso al mesero que seguiría sirviendo. En ese instante, el freno del carrito de los platos dejó de funcionar e iba directamente a la mesa. El salonero se percató y para evitar que la mesa botara el pastel, detuvo el carrito, todos los platos caen al piso y se quiebran…pero no fue todo; ¡el mesero sin querer quiebra la mesa y el pastel cae a los pies de la novia…!
El cliente, sorprendido, pregunta: “¿Ahora qué vamos a hacer?” El pastel lo confeccionó la abuelita de la novia y venia desde España, como regalo de bodas.
Todos muy tristes, no sabían que decir. Mucho menos el pobre salonero, quien no sabe dónde meterse ya que se siente culpable.
Sin embargo, el novio dijo: “Tranquilos, no nos preocupemos. Nada paso acá”. Y tomó el pastel con las manos y lo empezó a repartir entre los invitados. Todo el accidente quedó como un recuerdo más de la boda.